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miércoles, 14 de abril de 2010

RAFAEL RODRIGUEZ


RAFAEL RODRIGUEZ DOMINGUEZ
"EL VOLCAN DE AGUASCALIENTES"

Matador de toros. Nació en México, Distrito Federal, el 17 de agosto de 1926. Se presentó en la Plaza de toros México el 5 de septiembre de 1948, con el novillo "Pastelero" de la ganadería de Pastejé. Alternó con Valdemaro Avila y Manuel Capetillo. Al domingo siguiente, 12 de septiembre, cortó dos rabos.

Alternativa
Fecha: 19 de Diciembre de 1948
Lugar: México
Plaza de toros México
Padrino: Silverio Pérez
Testigo: Gregorio García
Ganadería: Coaxamalucan
Toro: "Morisco"

Confirmación
Fecha: 16 de Mayo de 1951
Lugar: Madrid
Padrino: Pepe Luis Vázquez
Testigo: Manolo González
Ganadería: Felipe Bartolomé
Toro: "Guitarrero"

Se retiró del toreo en Aguascalientes el 26 de abril de 1971 con una encerrona con toros de La Punta.

Falleció en la Ciudad de México el 16 de octubre de 1993.
























RAFAEL RODRIGUEZ, UN AUTENTICO VOLCAN
Publicado en www.eluniversal.com.mx, el martes 25 de mayo de 2004.

Rafael fue un novillero que hizo erupción; como matador siguió ofreciendo valentía, entrega, arte y gallardía en honor a Aguascalientes, a su público y a la fiesta brava: cortó 11 rabos en la Plaza México; ante su anuncio: lleno total

Irremediablemente la valentía se apodera de Rafaelillo desde el momento mismo en el que se para frente al toro.

Corre 1948: sus ansias de triunfo y reconocimiento aumentan a cada tarde. Se ha preparado, andado los caminos, ha buscado la cercanía con la tauromaquia, ha probado el sabor de una buena lidia; ha visto a Armillita , a El Soldado , a Lorenzo Garza y a Silverio.

Ha palpado el arte.

Lo ha envuelto el entusiasmo, cualidad entonces innata de la novillería andante.

Él, Rafael Rodríguez lo derrocharía a raudales, desde su primera tarde en la plaza "que da y quita", la Monumental de México.

5 de septiembre de 1948.

A Rafaelillo, a quien también se le conocía como El Tanteado , no le parecía normal el retraso. Su reloj indicaba que el festejo, su presentación como novillero, debió haber iniciado hace ya varios minutos.

Cierto. El inicio de la sesión ha sido demorado.

Quisquilloso, el juez de plaza en turno, Lázaro Martínez Gómez del Campo, baja al redondel para verificar las condiciones, pues una lluvia, ligera pero pertinaz, ha caído en horas previas. Y el paseíllo no empieza. El retraso suma ya casi una hora. Entonces, al verlo de cerca y suponer que el ruedo no funcionaría, el chaval de Aguascalientes se suelta a llorar e implora al juez dé luz verde al festejo.

Mira fijamente a Lázaro Martínez. Suplica: "No vaya a suspenderla, por favor. No haga eso; es mi oportunidad, no la haga añicos...".

Una buena decisión

El juez dio su aprobación y se realizó la presentación triunfal, inolvidable.

Sin imaginarlo, fue en esa tarde cuando inició la que es considerada la mejor campaña novilleril de todos los tiempos en México, sólo comparada con dos de similares características: la de 1929 con Carmelo Pérez, Esteban García Barrera, Carnicerito de México , Jesús Solórzano, que ofreció el varilarguero Juan Aguirre Conejo Chico ; o también la de 1942, con Luis Procuna, Rafael Osorno, Luis Briones, Antonio Velázquez, que montó Carcho Peralta.

Pero ésta, de nuestras páginas... La de 1948 fue organizada por el doctor Alfonso Gaona.

A Rafaelillo , como le anunciaron en su presentación en Aguascalientes, tres meses antes, pocos, muy pocos lo conocían, pues realmente debutó en México como un elemento sin convocatoria. No obstante, sin conocerse nada de su trayectoria, tuvo los merecimientos para estar en Insurgentes ese 5 de septiembre al lado de Valdemaro Ávila y Manuel Capetillo, quien había provocado un impacto bárbaro y llenos totales que se daban domingo a domingo, en el gran coso.

Jesús Córdoba y Manuel Capetillo, distintos en su forma de interpretar el toreo, pero igualmente atractivos, tenían al público satisfecho.

Entonces, Rafaelillo , llegó.

El aguascalentense vino, vio y venció.

Después del retraso del festejo y la suplica al juez, al celebrase la sesión, hasta el astro rey brilló en toda su intensidad.

Rafael Rodríguez Domínguez, auténticamente, salió a jugarse la vida, y, como le indicó al juez, era su oportunidad...

Había que aprovecharla.

No era un ortodoxo en su toreo, si hablamos de técnica, pero la suplía con una entrega total y con un dramatismo por ese olor a cloroformo que imprimía a cada uno de sus lances o sus muletazos.

Un heterodoxo neto que penetraba en al animo de la gente. Esa tarde, inusual, verdadera, le cortó el rabo al novillo "Panadero", de Pastejé, y la oreja a su segundo de la misma vacada.

Ya.

La tercia estaba completa.

A su llegada, aunque distintos en su desempeño, Jesús, Manuel y Rafael, juntos debían estar para la historia.

Fueron bautizados por Alfonso de Icaza Ojo, inolvidable cronista del desaparecido semanario El Redondel como Los Tres Mosqueteros , y como los de Alejandro Dumas, tuvieron su D`Artagnan en Paco Ortiz, quien antes abarrotó el magno escenario, lo que hacía por vez primera un novillero.

A Paco le siguió Manuel Capetillo, después Jesús Córdoba y, finalmente, Rafael Rodríguez.

Llegada y estallido

El serial de 1948 caminaba sobre un mar de aceite. Los triunfos de Paco, Manuel y Jesús daban ya una fisonomía diversa, de sensaciones fuera de lo común.

Parecía faltar ese personaje que le daría al ciclo ese punto de excepción: Rafael Rodríguez, quien nació en Aguascalientes el 17 de febrero de 1926, recorrió la legua por esos caminos de Dios en que deambulan los que sueñan con ser figuras del toreo, y, tras su primer rabo en la México, en la que fue su tercera novillada como profesional, volvería.

Rafaelillo , muy pronto El Volcán de Aguascalientes , repitió al domingo siguiente, 12 de septiembre.

Y nuevamente hizo erupción.

A su primer toro, Palomo de Zotoluca, le cercenó el rabo, y al sexto, un sustituto del hierro original que se inutilizó, de la divisa de Zacatepec, también le mutiló el rabo.

¡No sólo no igualó la tarde de su debut, sino que la superó! Se metió en el ánimo de los taurófilos, que se preguntaban si sería obra de la casualidad.

De ninguna manera. Esa misma temporada Rafael, en el festejo del 3 de octubre, obtuvo otro galardón máximo, el rabo, de un novillo de Coaxamalucan.

Y 14 días después, para acabar de colocarse en lo más alto de la cima, obtuvo otro trofeo similar a un novillo de Zotoluca.

Sin precedente: en menos de cuatro meses el hombre se adjudicó cinco rabos. Vemos muy difícil que tenga repetición.

Un trofeo muy plateado

En esa campaña, en el festejo de la "Oreja de Plata", sucedió algo inusitado. Veamos: Estaban los cuatro grandes: Paco Ortiz, Manuel Capetillo, Jesús Córdoba y Rafael Rodríguez. El favorito para ganarse el plateado trofeo era el de Aguascalientes. Por él se apostaba.

Sin embargo, debe decirse en estos festejos de concurso de trofeos, éste suele ganarse desde la hora del sorteo o apartado: cuando se lleva el papelito con el número del toro bueno. Es regla general.

Pero en este festejo el hidalguense Paco Ortiz, con mucha penetración en el ánimo del público, cortó rabo al novillo que le tocó en suerte. Nadie pensaba pudiese alguien arrebatarle hazaña tal: su trasteo no había reunido mucha técnica, pero, a cambio, puso disposición, valor, y le cortó muy bien obtenido el rabo.

Jesús Córdoba cortó una oreja a su enemigo, en una faena de corte muy técnico, de torero consolidado, cuajado, hecho, al grado que se le bautizó como el Joven Maestro . Rafael Rodríguez, sin embargo, anduvo errado. Sus seguidores no daban crédito. Pero cuando un toro se niega, nadie lo torea.

Así que a la hora de la votación, una parte de la clientela votó por Jesús Córdoba y esto, claro, provocó conatos de bronca y algunos pleitos entre los aficionados, una reacción lógica de un espectáculo tan pasional, circunstancial, impredecible e ilógico.

Y así, entre gritos de protesta y sombrerazos, finalmente el trofeo de la agrupación de matadores se entregó a Córdoba.

Ha transcurrido medio siglo y el tema sigue discutiéndose, sin ponerse de acuerdo. Esa tarde sólo hubo destellos de Capetillo, que ya apuntaba la dimensión que daba a su trazo, sobre todo con la muleta en su toreo en redondo, sobre ambas manos.

La cosecha de rabos

El diestro hidrocálido quien, dicho sea de paso, era un gran orador con facilidad de palabra, es quien más rabos ha cosechado en la Plaza México, un total de 11, superando por uno al maestro Manolo Martínez.

Pero el regiomontano de novillero no consiguió ninguno; a cambio, como matador logró la gran suma de 10, tras 90 paseos en el embudo de la colonia Nochebuena.

Rafael Rodríguez sumó 47 tardes en la Plaza México, cosechó cinco rabos como novillero y seis como matador de toros, por tanto es el que mas galardones en el primer género ha obtenido, según datos estadísticos de Luis Ruiz Quiroz, claros y exactos. Asimismo, el aguascalentense es uno de dos novilleros que han obtenido dos rabos en una sola tarde.

Sólo otro novillero ha logrado tal privilegio: Jorge El Ranchero Aguilar, quien el domingo 19 de noviembre de 1950 obtuvo dos rabos de sendos novillos de la prestigiosa dehesa de La Laguna, hierro de Romárico González.

Relampagueante carrera

La trayectoria novilleril de Los Tres Mosqueteros fue rauda, veloz e impresionante. De inmediato se hicieron matadores de toros y el primero fue Rafael Rodríguez, en la Plaza México, el 19 de diciembre de ese mismo 1948, de manos del Faraón Silverio Pérez, y como testigo de la ceremonia el potosino Gregorio García.

Días después lo hicieron Capetillo y Córdoba. Manuel el 24 de ese mes en la plaza de Querétaro, de manos a Luis Procuna y testigo su rival en el ruedo, Rafael Rodríguez, con el toro Juchiteco de La Punta. El sexto le dio una cornada. Jesús, en mano a mano con el maestro Fermín Espinosa Armillita , la recibió el día 25, al día siguiente, en Celaya, cediéndole el toro Caribeño de Xajay.

El Volcán de Aguascalientes , lo que es muy difícil, siguió en el mismo plan que como novillero.

Bien estuvo con Morisco de Coaxamalucan, que fue el toro del doctorado, pero al sexto, Collarín metido entre los pitones y en el terreno del astado, finalizó mutilándole también el rabo.

Sí, una de las alternativas más brillantes de todos los tiempos. Pocas figuras novilleriles lograron ser figuras tras dar el paso inmediato en la profesión, a matadores de toros.

Rafael es de esos casos raros en los que no sintió el cambio del novillo al toro, cambio, aunque no se crea, radical, de polo a polo, diferente. Uno y otro. Dos.

Ya de matador, Rafael hizo pareja con otro torero de estilo similar: Antonio Velázquez, a quien se le llamó Antonio corazón de León . Sus contiendas se recuerdan con añoranza: ¡vaya arrimones!

Desde siempre

Desde la primera hasta la última tarde Rafael Rodríguez fue un torero que salió a dar la cara sin temerle a los toros, a las plazas o a los alternantes; salía a darlo todo sin detenerse ante los obstáculos, logrando con ello ser una auténtica figura del toreo.

Eso revela su historia: En su despedida definitiva de los ruedos, desandados los caminos, se enfrentó en solitario a seis auténticos toros de La Punta, en un adiós que cualquier torero hubiera soñado; lección de experiencia y madurez de ese Rafaelillo que en junio de 1948 se presentó en su tierra para volver 105 días después como un auténtico Volcán de Aguascalientes.

Lágrimas de valor
Sin embargo este par de gladiadores, Antonio Velázquez y Rafael Rodríguez, de valor sin límite, dispuestos a morirse en defensa de su sitio, y encarrilados con su afición, tuvieron un tropiezo, ambos, al torear junto a El Ciclón Mexicano Carlos Arruza.

Para Velázquez fue la tarde del 25 de febrero de 1951, en el coso de Insurgentes, en la famosa corrida de la concordia, cuando se reanudaron relaciones con el toreo de la península ibérica y alternó con el español Curro Caro, y con Arruza.

Tarde en la que El Ciclón por vez primera se manifestó ante la cátedra metropolitana cortando tres orejas y un rabo, e inmortalizando a Holgazán de Pastejé. Velázquez, que estaba hecho un león, ni se vio.

Y para Rafael una tarde en la plaza de Ciudad Juárez. Arruza estuvo en coloso y se recuerda que el hidrocálido llegó al hotel con lágrimas en los ojos, por su orgullo, valentía y honestidad de torero.

¿Qué pasa, Rafael? le expresó uno de sus peones, con sencillez pero preocupado.

A lo que El Volcán adujo: Que no viste... mientras uno se juega la vida, ese fenómeno de Arruza sale a jugar al toro.

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